La llegada de las
fiestas decembrinas siempre han sido motivo de alegría, tanto por el
recordatorio eterno de la llegada de nuestro salvador, como por la oportunidad
de compartir con nuestros familiares y allegados, y que decir de cada vez que
escuchamos las expresiones llenas de jocosidad y sabiduría como: ¡Matriculamos!
¡Tenemos trabajo y salud! Es algo que te mueve la fibra fraternal y te enlaza
con un auto reconocimiento de tus triunfos y tus merecidos premios de vida. Sin
embargo este año no me sentí del todo animado con la llegada de diciembre, de
hecho en años anteriores, ya el 15 de noviembre, subía un CD de gaitas, y el de
navidad de Luis Miguel al carro, para llenarme de alegría mientras recorría la
ciudad, pero este 2018 ni siquiera decore mi casa con adornos navideños, no
compre nada nuevo para mí, y no he procurado reunirme con mis amigos, y muy a
pesar de todo esto, hoy desde muy temprano mi buen humor me llevo a reflexionar,
sobre la importancia de conectarse con las emociones que están atadas por años
a estos momentos llenos de tradiciones y compartir familiar.
Nadie lo quiere decir,
pero además de lo usual, ¿Qué celebramos? ¿La vida? ¿No haber perdido la
esperanza? Nadie quiere mencionarlo, pero que nos llena de felicidad en estos días,
¿Sobrevivir? ¿Qué muy por encima de la ausencia, el que se fue lejos le está
yendo bien? ¿Que estar juntos, es como robarle la felicidad al futuro? La
pregunta sigue siendo difícil, en un país que se transmuta a uno peor todos los
días, ¿Qué podemos celebrar? ¿El presente sobre la incertidumbre? ¿Qué las
circunstancias no nos doblegan? Puede parecer muy difícil de explicar, pero sí,
tenemos mucho que celebrar desde el lado oprimido, sin sentirse víctima, porque
cada sonrisa que brindamos, es una pequeña victoria contra quienes quieren que
seamos grises y sumisos, porque cada abrazo que damos a los nuestros, son una
señal de que no han destruido nuestros valores, porque cuando compartimos lo
que tenemos, transformamos nuestros recursos en abundancia y felicidad, porque
cada oración por el que se fue, o el que se quedó, no hace más fuerte en la fe
de que saldremos adelante.
¿Celebrar? ¡Claro que sí!
Tenemos mucho que celebrar, y es que cada alegría y celebración de alguien de
bien, enciende una luz que apaga la fuerza de quienes se arrastran a la
obscuridad, celebrar el renacimiento de la vida en la llegada del niño Dios, y
en un nuevo año, es decretar que podemos ver hacia adelante, que nos ganamos el
derecho a soñar y vivir con un destino mejor a la circunstancias que hoy nos
aquejan, y que hemos aprendido a sobrellevar cada golpe, cada cambio, un día a
la vez.
Celebremos, sintamos la
felicidad de estar conectados, ya sea a lo lejos, o a la distancia de un
abrazo, nos merecemos eso, y mucho más. Por eso hoy, tengan por seguro, que con
cada minuto de mi celebración, también estarán ustedes, junto a mí, y en mis
oraciones, en las cuales nunca faltara mi hermosa Venezuela, un abrazo y feliz
navidad.