Encontrarse con una figura materna es sumamente fácil, no hace falta recorrer muchos metros para ver a una madre en un transporte público, cargada de bolsas para llevar a casa, en la panadería limpiando un mostrador, en la caja de un banco, también las puedes ver en el mercado, en la televisión, en los ambulatorios vestidas de blanco ó uniformadas como oficiales de la ley. Si, ¿Pero qué es lo que no vez? ¿Qué se te escapa, que está ahí y olvidas percibir? Sus hijos, ellos están presentes en todo momento, y aunque los especialistas más reconocidos no lo acepten, una parte inexplorada del cerebro femenino, se activa cuando la condición de madre aparece en sus vidas, entonces, al llegar ese momento nada es igual, en cada sonrisa, lágrima, pensamiento, andar y soñar, la acompañan sus hijos, no los ves, pero están en el caramelo en el bolsillo, en el olor de la salsa para la pasta, en la muñeca de trapo, en el lápiz de color que dibuja la tarea, en la plegaria en la iglesia y en la emoción del abrazo luego de apagar la vela de cumpleaños.
Pero no todos estamos ciegos a esta realidad, todos los que podemos ver y sentir esto, como hijos ó como padres, nos conectamos con cada una de ellas en un mágico sentimiento que nos llena de respeto y admiración, es entonces, cuando esto se transforma en una sonrisa, en ceder el puesto ó en recordar cuanta paciencia tiene una madre, ¿Y por qué no? Ver cuánto nos parecemos a nuestra madre, ya sea por lo que nos dio, por la sonrisa, el color de su cabello, su carácter, ¿Y por qué no? Aceptar que nos parecemos a la madre del niño aquel, a la mama que se angustia en una cola, la que espera bajo la lluvia a su niña en la escuela, la que llora fuera de un reten porque que no hay visita y no puede ver a su hijo, a todas, porque la humanidad está construida sobre la nobleza y misericordia de un sentimiento maternal y el no verlo nos aleja de lo que en esencia somos, seres con humanidad.
Hoy, es propicio para que nos veamos en esos espejos que nos reflejan todos los días, y reencontrarse con los valores y sentimientos que nos hicieron lo que somos, y llevarlos consigo, para también recordárselo a quienes los hayan perdido. Y todo mi cariño para las madres que como la mía, dan mucho para que nos parezcamos a ellas.