Cuando Gregorio Magno - Hoy santo de la iglesia católica – por el siglo VI, definió los pecados capitales como aquellos que generan otros pecados u otros vicios, nunca pensó que estos serian utilizados como arma para reprimir a millones de almas a través del tiempo , de hecho la persecución en el caso de la lujuria llego al extremo de prohibir el placer sexual, tanta he sido la fijación de la gente en el pecado de la lujuria, que a pesar de las divisiones en la iglesia la lujuria se mantenía firme como bandera, para el siglo XVI la revolución puritana obligaba a las mujeres a llevar una letra A roja en su pecho, como símbolo del adulterio sin contar los condenados a muerte por este pecado.
No fue hasta la aparición del Austriaco Sigmund Freud y su obra el psicoanálisis, que se le dio cierto rango científico a eso de la sexualidad y el deseo sexual, diferenciando lo que conceptualmente se conoce como lujuria – Excesivos pensamientos de naturaleza sexual – de la estigmatización y persecución del placer como fuente del pecado ó de todo lo malo que aqueja al ser humano.
Mucho antes de las referencias a la lujuria, desde la época de los sumerios - la primera y más antigua civilización del mundo - ya se fabricaba la cerveza, luego los babilonios la considerarían un producto de primera necesidad, sin embargo para la edad media en plena persecución al pecado capital, la producción de cerveza entraba en su etapa de oro.
Así como las creencias de aquellas épocas, la cerveza era oscura y al pasar de los años se fueron aclarando los conceptos de discriminación y persecución en nombre del pecado, aclarándose también la cerveza, hasta tener la tan conocida Pilsen.
Pero nunca falta quien quiera - Retrocediendo en el tiempo - enlazar lo peor de dos mundos, pero buscando ser el descubridor de la causa de la lujuria, en este caso la cerveza. Si el autor del neo-pensamiento del siglo XXI – Socialismo del mismo siglo- ha determinado que la cerveza produce lujuria, y no lo vean como una proyección - Que me perdone Freud – también por “Retroalimentación endógena misma” se ha llegado a la pregunta, de que quien sabe cuántas muertes podrían ser causa de la ingesta de cerveza, y a la conclusión de que el culpable es quien la produce.
A la luz de esta verdad la O.N.U. debería promulgar una ¡resolución ya! El vaticano debe comenzar a pedir perdón no por la persecución en nombre de la lujuria, si no por los monjes que osaron fabricar esa bebida desde la edad media y por supuesto no se hará esperar la declaración de los musulmanes estrictos y otras religiones donde ratifiquen que ellos tenían razón.
Lo importante de todo este asunto, es que si la cerveza produce lujuria, que producirá masticar unas hojas de coca, ó una cuba libre hecha con el mejor ron, que sentirán los Escoceses libando su fino licor, o los que gustan del sake, tequila ó cocuy, porque ni hablar del “éxtasis” que produce un Habano ya que hablar de eso es tachado como traición ó como lo que sienten los venezolanos, cuando se buscan excusas para atacar a la empresa privada manipulando al pueblo. Al final la codicia revolucionaria será la causa de la perfidia sin lujuria y sin cerveza.