Cuando la cura para el paciente
es una cita a ciegas, la enfermedad está muy viva.
Tener una cita a ciegas, es casi
el último recurso que se posee, cuando la capacidad para escoger, o esperar que
algo bueno llegue a tu círculo, se reduce a lo mínimo, asistir a ella, no te hará
mas perdedor que los demás, pero tampoco te hace más digno, quien va a este
encuentro cual invidente con su penúltima carta, claramente está en desventaja,
y por más que trate de disimular, su posición será la misma de quienes en algún
momento, se rindan a ese encuentro lúdico, lleno de expectativas e intrigas. Saber
que vendrá, que se encontrara y que hay detrás de esa puerta que están por
abrir, son parte del juego en el que se han obligado a participar, por
necesidad o resignación.
No era de día ni de noche según
la oscuridad del cielo, pero Miguel estaba expectante, llego mucho antes de lo
normal ¿Que encontrare? ¿Tendré alguna oportunidad? Se preguntaba Miguel,
mientras los minutos se le escurrían en la espera. Por otro lado Mary no quería
ir sola, no sabía cómo iba a ser, además con el apoyo de una amiga, siempre es
más fácil, no vaya a ser que al llegar, nada sea de su agrado o mucho para
manejar, y se precise matizar la situación con alguna frase, o un chiste muy de
su amiga, de esos que terminan con ¡Pero
hay patria!
Miguel la vio llegar, ella se le
acerco y le dijo: Al parecer vamos a compartir un rato largo aquí, yo soy Mary,
el dijo Yo soy Miguel y tengo el numero 422, la sonrisa de Mary ilumino el
incipiente amanecer ¿Tendrían una oportunidad? las preguntas no se hicieron
esperar ¿habrá pollo? ¿Sacaran la carne? La cola multicentenaria, que desde la
madrugada se hace todos los días en el supermercado Bicentenario, comenzó a
moverse, jóvenes militares, que allí pierden su potencial para estudiar, preparase
y aportar al país, empiezan la refriega con una multitud azarosa por entrar,
los que conocen de logística y tácticas, las usan para cuidar que los de
tercera edad, no sean atropellados y las damas no se tiren de los cabellos por
la harina P.A.N. las técnicas en interrogación, se usan con poco éxito para
detectar a alguno de los muchos que van todos los días a comprar un rebusque,
hecho producto de primera necesidad revendido, comienza la rebatiña, nadie sabe
a dónde ir primero, por el papel, la margarina, ¿Y si no hay? ¿Y si mientras se
acaba el aceite?
Mary y Miguel avanzan mientras
conversan, la cita a ciegas continúa, no saben que les espera, que es lo que
hay, quizás las bolsas de los que salen les den una pista, entraran juntos y él
en un gesto de caballerosidad, le dirá: Yo no voy a comprar atunes, si quieres te
compro los seis que me tocan, ella le dirá: A mí no me hace falta aceite, el se
reirá y dirá, eso se ve… En eso entran y la magia se pierde, es más importante
cazar lo poco que quede de algo, la enfermedad ¡vive! ¡Está viva! ¡Son muchos
los pacientes! La cita es con el cochino, la leche, el arroz.
Mientras, dos septuagenarios con un par de
bolsas -Del peso de su pensión- salen de
la cita a ciegas sin recordar cuál ha sido el mejor gobierno que han vivido,
pero con la certeza de cuál es el peor.