Está obscuro, los
cortes de energía, son cada vez más
constantes, afuera se escuchan los disparos, las comunicaciones están muy
malas, los suministros fallan, mi medio de transporte está varado por falta de
refacciones, cada vez que tratamos de organizarnos, el enemigo usa todo su
poder para criminalizarnos y desarticularnos, su propaganda nos ataca por radio
y televisión, ya no llegan noticias impresas, han cortado el ingreso del papel,
para conseguir algo de lo poco que hay, la gente hace colas e incluso se pelean
entre ellos por comida.
No hace mucho no habría
creído que se venía una guerra y mucho menos quien sería el enemigo, había
varios indicios de que algo se avecinaba, las muerte de más de 2000 venezolanos
mensuales de manera violenta, a manos de quienes han aprendido que el enemigo
hay que pulverizarlo, que quien no está conmigo, está contra mí, esos, que
deshumanizan al contrincante, llamándolo escuálido, burgués, fascista, o
conejo, ganado, esos a los que reconocen como buenandros, porque la moral no
les permite otra cosa desde aquella frase en cadena nacional “Si yo tuviera
hambre, también robaría” un hambre compleja que va desde hambre de poder,
pasando por hambre de televisores, hasta llegar al punto, de tener hambre de lo
que tienen los demás, de desearlo, de querer tomarlo. Como en toda guerra, ocupar
espacios y despojar al enemigo de sus medios de vida, de su trabajo es parte de
la estrategia, así como también destruir su moneda, su economía y su
producción.
No lo habría visto, de
no ser por su anuncio, “Hay una guerra económica” ¿Una guerra? ¿Económica? Me
sentí como un soldado raso, como uno más de la tropa, de hecho los ataques
también mataban gente, a los cuales despojaban de sus pertenencias, había
secuestros, uno de los objetivos fue la salud, al punto que solo la magia
aparecía las quimioterapias, el iodo radioactivo, los insumos de diálisis, la
digoxina y pare de contar, el enemigo se planteo socavar la base de la
educación, las universidades, satanizar a la iglesia, los efectos de la guerra
estaban a la vista, como en todas, el mercado negro se apoderaba de todos los
ámbitos, de los productos básicos, de las afeitadoras, el jabón, para obtener cualquier
bien, de forma honesta, desde un vehículo hasta un cargador para un teléfono, hay
que pasar por la mafia que esté de por medio.
Como en toda guerra,
quienes pueden y quieren se van del territorio en conflicto, las personas
abandonan sus trabajos u oficios, por el contrabando, el rebusque, por el
trafico de productos, o sencillamente, venden a su país, poniéndose al servicio
del enemigo, ya sea pensando en el beneficio propio o rogando que el mismo, le
perdone su manera de vivir.
Hay quienes se enteran
años después, que la guerra termino, como es el caso de los soldados japoneses
Yoshio Yamakawa y Tsusuki Nakauchi los cuales se enteraron 60 años después, que
la II guerra mundial había terminado, entregando sus armas y aceptando que el
enemigo ya no existe.
Difícil y triste es no
enterarse que la guerra comenzó, aun más cuando se está inmerso en ella, pero
lo peligroso e inconcebible, es no reconocer al enemigo, aunque como se dijo en
cadena nacional, hay que ponerle rostro al enemigo. La verdad es que muchos, de
quienes estamos siendo atacados, conocemos los rostros de nuestros enemigos, el
detalle está en quienes aun no los han reconocido, ¿Conoce usted alguno de ellos?
Guerra avisada no mata ciudadano, a menos que no quiera ver.