Cuando Andrés Eloy
blanco en 1934 escribió las Uvas del Tiempo, su musa intelectual estaba recién
vestida de libertad y con olor a exilio, ya que recién, había salido de la
cárcel por pensar diferente al régimen de Juan Vicente Gómez. Muchas veces la
musa se asoma tras las rejas de quienes padecen la persecución política, su
inspiración puede ser fugaz, pero los resultados no los opaca el tiempo y las
circunstancias, más cuando el aroma de opresión se deja colar en las cárceles,
y viste a sus carceleros por encima de su ropaje corderil.
Si un Andrés Eloy
Blanco retornara al hoy y reescribiera su poema, con la sal de nuestras
vivencias, y en el cuerpo de un preso político, ¿cómo lo reescribiría?
Sintiendo ese perenne amor a nuestra
madre mayor, Venezuela. Sería algo así:
Venezuela: Esta noche se nos muere otro
año
En esta patria grande: Los malandros
están de fiesta
Dianas,
caravanas etílicas, ¡uh ah como gritan!
Claro, como todos se están aprovechando
de tan cerca…
¡Yo estoy tan incrédulo, Venezuela,
tan incrédulo! : Pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy claro con lo que te paso, y eso es el recuerdo
de un año
pasado que en la memoria se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto:
Hay hombres
vestidos de locura con boinas viejas,
tambores de cuarteles
fusiles y trompetas;
el halito canalla
de las mujeres de poder ebrias
el diablo, con diez latas prendidas en
el rabo,
anda por esas calles inventando piruetas
y por esta balumba en que da brincos
el gran país histérico,
Mi incredulidad y tu recuerdo,
Venezuela,
Marchan como dos penas.
Si, con que parte del alma desgarrada, escribiría
Andrés sus uvas del tiempo, con qué forma de dolor imaginaria, escribiría en
esta noche última del año “Esta es la
noche, en todos se ponen en los ojos
la venda” los brindis saben a barrotes y las sonrisas esconden el dolor de
los que no están libres, a donde nos lleva este cierre de cuentas por querer
olvidarlas, Andrés Eloy seguiría escribiendo igual que aquella vez:
“Y el beso
familiar a medianoche:
«La bendición, mi madre»
«Que el Señor la proteja...»
Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia! “
«La bendición, mi madre»
«Que el Señor la proteja...»
Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,
y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia! “
¿Las uvas de la ausencia? ¿Y que de lo que hay, y de
lo que queda? ¿Cómo un país se levanta de lo que viene cuando su sangre no
entiende? ¿Cuántas casas enlutadas por la ausencia repentina, de una violencia
que no termina?
¿Es que acaso la reflexión no llega al vivo pero ausente de todo los que nos pasa? La voz de Andrés Eloy esta mas vigente: “¡Madre, cómo son ácidas las uvas de la ausencia! “
Ya la dulzura de los meses se fue hace tiempo, ya
las uvas no sirven para los deseos más profundos, ¿Estaremos experimentando una
involución endógena? ¿Ya no serán uvas si no mamones? ¿Cuantos racimos habrá
que chuparse para que alguno de los deseos hagan despertar al de a lado? Porque
con las uvas el deseo es rápido y se va en un mordisco, con los mamones luego
de tanto desear viene lo amargo del desencanto en un pepazo.
Porque desear no es suficiente hay que hacer, y el
final del año o el principio de otro, son buenos para demostrarnos, lo que es
bueno, seguir adelante, porque hay gente que quiere ser mejor, hay un año mejor
y está en nosotros lograrlo.
No puedo dejar de sentir la tristeza que nos dejó
Andrés Eloy Blanco en la última estrofa de su poema, una realidad en 1934 como
este año que paso.
todos estos señores tienen su madre cerca,
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la Noche Vieja.”
Pero solo usted puede saber si el próximo diciembre
en sus manos estarán, las uvas o los mamones del tiempo.