Cuando usted saludaba a muchos conocidos en la calle, y les pregunta epale como esta todo, una gran mayoría de estos, por eso de ser positivos, les habría dicho bien, y si ahondabas un poco culminaría diciendo, mientras haya salud, todo lo demás se consigue. Hoy esos que ayer saludabas, se aferran a estar sanos, aunque esto no garantice conseguir lo mínimo para una mejor calidad de vida, ya que se sabe lo triste, deprimente y peligroso que es ingresar a un hospital.
Lo primero que usted observa al acercarse a un hospital, es que las vías de acceso son angostas, repletas de paradas improvisadas, vendedores ambulantes y pocos o casi escasos sitios de estacionamiento, lo que provoca una congestión vehicular casi insalvable, para las ambulancias y los que vienen en ellas con los minutos contados. Luego encuentras la emergencia, donde un tumulto de gente hace peripecias, para sortear al portero y los policías, tratando de saber de sus familiares, mientras esperan ser llamados -Familiares de fulano – para así saber que paso. Con suerte será para comprar desde yeso y alcohol, hasta la sutura y el antibiótico de amplio espectro de 600 Bsf. Cada ocho horas. Si no es el caso, una enfermera saldrá y gracias a su experiencia sabrá escoger al familiar a quien dar la noticia que nadie quiere escuchar.
Si te internas veras un triage donde tratan de convencer al paciente, que lo que tiene no es una emergencia y vaya a un ambulatorio. Pasando está una sala de curas, con camillas de cuero sintético desgastadas por el tiempo, repletas de historias que se quejan de dolor sin anestesia, adelante se encuentra una sala de observación, convertida en una hospitalización no especializada, donde se decide - si hay cama o cupo- quien irá a hospitalización, cirugía, cuidados intermedio, coronarios o intensivos. Esta decisión está supeditada a los recursos de la institución, y a las probabilidades de vida de cada paciente, según su caso clínico. Estas probabilidades estoy seguro serian mucho mayores, si a los médicos allí presentes, realmente les dieran herramientas para hacer su noble labor y les proporcionaran un ambiente de trabajo, que no fuera tan hostil para ellos y los pacientes, los cuales se, arriesgan a perder algo más que la dignidad, que tanto se pregona en estos tiempos. Estas penurias son parte de las muchas situaciones, a la que están sometidas miles de personas todos los días en nuestros hospitales.
Es por ello que aunque se maquille, se esconda o se trate de engañar, todo el que pase por allí, el que lo viva, aterrizara en la realidad, ya que no podrá dejar de ver las grietas de la salud.