Bob Kane nunca tuvo a la vista lo exitoso que sería su personaje Batman, que vería la luz para 1939 en el caso del sindicato químico, historia publicada en la revista Detective Comics y que sería un clásico que saltaría de las revistas a la pantalla chica y luego al cine, creando un icono de la industria del entretenimiento. Los atractivos evidentes de la historia como lo son la identidad secreta, el disfraz, el despliegue de dinero que utiliza el personaje, se completaba con aquella línea directa -Tecnología avanzada para la época- que no pasaba por conmutadores, no se podía rastrear, y comunicaba directamente al comisionado encargado de hacer cumplir la ley, con el Héroe del comic, el misterioso teléfono rojo.
Luego de 12 películas, cuyas tramas son tan diversas como la imaginación de los escritores, los Batman han sufrido todas las metamorfosis posibles excepto una, Batman se vuelve un pillo, y el comisionado lo ayuda a realizar sus fechorías, esto más que parecer un exabrupto, lo cual no podía ocurrir en otra escenografía mas adecuada que en el Caribe, donde ocurren cosas inverosímiles, pasando por la dimensión desconocida, hasta llegar a un mundo paralelo, donde todo es al revés, Y es que En esta primicia de guion, basado en la vida real, el comisionado-Juez, Gordon Aponte, como se le conoce en estos tiempos -En esta historia bizarra- no dudaba en llamar a Batman, Barman como se le conoce en el oriente del país o Balman - Inserte acento cubano- como se le llama al héroe socialista, que mantiene a fuerza del petróleo de su país, a sus amigos. Estas llamadas de lealtad y adulación, le daban parte de los casos que llegaban a su despacho, con lo que este antihéroe planificaba sus acciones en contra de los habitantes de Ciudad Gotíca, la cual se llamaba así porque casi nunca le llegaba el agua, apresando, expropiando y consolidando, una red que le permitiera permanecer en el poder para siempre, haciendo ver a todos los que pedían rendición de cuentas, como unos simples acertijos escuálidos, tan descarado era en su proceder, que llego al punto, de multar al señor frio -Maracucho por cierto- por el uso indiscriminado de energía eléctrica, aun conociendo sus problemas de calor, llego hasta a culpar a una iguana y al pingüino de sabotaje a PDVSA, bien lo decía en sus cadenas abusivas, todos en la oposición son unos Guasones, payasos del imperio.
Esto no era todo, como en todo universo paralelo, alzaba el teléfono rojo y llamaba a los magistrados, comisionados y ministros, para que impusieran la ley de la baticueva, donde lo importante no es lo que se haga mal, si no que nunca se sepa, sin que nunca le faltara el consejo de su mentor, el que lo hacía sentir bien y lo curaba cuando estaba enfermo, el eterno Alfred Pennywhort más conocido por su tabaco y su barba, perdón, por sus lentes y esmoquin, que por sus intenciones, pero como en toda historia, los giros del destino hacen que, el encapuchado, se la pase más en la baticueva, que en su país, dándole facilidades para que el comisionado Gordon Aponte deserte en franca huida del sistema, haciendo que se descubra la trama que todos sospechaban, dejando a la vista, el daño hecho, cuando todas las decisiones dependen, de un teléfono rojo.
P.D. Es esta historia se obviaron las batichicas, ya que no son tan atractivas como Alicia Silverstone.