La adulación no nació con la humanidad, pero ya los griegos experimentaron su presencia cuando el sobrino de Cicerón le aconsejaba políticamente en sus cartas como obtener el favor de la gente para conseguir el poder, reclamaba Aristóteles “Todos los aduladores son mercenarios y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores”. La adulación en los regímenes autoritarios tiende a exacerbarse, mas cuando el culto a la personalidad se promueve desde el líder, esto degenera concepto de valores, donde el merito, la capacidad y la preparación pasan a un segundo plano, al extremo de que parafraseando a Francisco de Quevedo, él que gusta de que lo adulen, no se fía en el valor de los meritos. La adulación necesita de la mentira, y del fingir, para lograr su objetivo, pero por lo general termina desencadenando la deslealtad, hacia quien no escucha más que a sus propias palabras.
Hoy la adulación desbordo a los funcionarios públicos, es una competencia en que destacar implica, la idea de hacer lo que mas le agradada al líder, e intentar suponer como piensa este. Sin justificar a los mandatarios extranjeros que adulan por que la cantidad de dinero que reciben es grotesca, también está el común que siente la necesidad de demostrar, a quien está a su lado, una conexión o fanatismo que demuestra con violencia por creer que la impunidad es un derecho adquirido, y al así internalizarlo la llave violencia impunidad, abandona el espectro político, afectando a los más débiles.
Apenas unos días atrás el líder descubrió que las instituciones militares masculinizaban a las funcionarias, y que por ello las vestiría diferente, es decir de rojo (que sexy), pero no se preocupa por las mujeres que no lo adulan, las que son maltratadas, y vejadas, o como la jueza Alfuni, sometida a torturas psicológicas por no adular, o simplemente a las que la ley no pudo proteger de su captor. Razón tenía Bolívar cuando dijo *No creo ninguna cosa tan corrosiva como la alabanza*
Pensar que muchas mujeres siguen apoyando la maquinaria de adulación oficial, mientras tratan de olvidar a una mujer, que quizás lo último que vio fue un símbolo de adulación roja, tatuado en el pecho de su verdugo, mientras le cegaban la vida, violencia que autodestruye al final, ya sea con un arma, a golpes o con un simple blue jean.