jueves, 3 de marzo de 2016

Los dos lados de la soga


Todos hablan de la crisis económica, la inflación, el poder adquisitivo deteriorado, de la crisis de salud, de los que se mueren, no por lo que padecen, sino por la falta de medicamentos e insumos, de la violencia, y de cómo se desborda en sus caras más conocidas, la delincuencia – autofinanciada – y la represiva política – financiada por lo que produce el país – La gente comenta la falta de valores, del aprovechamiento hacia el prójimo, el irrespeto a la legalidad, y de la delgada línea entre la autoridad y el crimen, pero pocos se atreven a considerar de manera individual y personal, que tan bajo se está cayendo en ese espiral tortuoso que conduce a la expropiación del alma, a la indiferencia que se escuda, bajo la frase ese no es mi problema, o desde cuando se empezaron a soltar las amarras que encadenan el instinto básico de la supervivencia como una excusa más.

A que se enfrenta el que cree en la honestidad del trabajo, el que alivia, aunque sea de a poco, las necesidades de su familia, tratando de ganarse un pan para el que no hay harina, ¿Que confronta el que intentando de dar un ejemplo - Entre tanta burla y ganancias súbitas mal habidas – Proyecta dar un cambio en el entorno capaz de sumar voluntades y remar en la misma dirección? ¿Qué es del líder, que precisa elevarse por encima de las situaciones, para proyectar un positivismo, tan mal recibido a veces? ¿Qué sucede con los equipos de trabajo de los que dependen la productividad y el desarrollo de un país? ¿Cuál es la materia prima que hace la diferencia entre caer o seguir de pie intentando levantar a otros?

Somos carne, huesos, sangre, alma y decisiones, algunas nuestras, otras no, aunque nos definen las más cercanas, las que tomamos o dejamos que tomen por nosotros, marcando la diferencia, y es que si asumimos que el camino es seguir adelante y soñar que todo se puede cambiar para mejor, inevitablemente nos vamos a encontrar en esa vía, dudas, obstáculos y mucha gente que intentará decirte que no se puede, que todo está perdido e incluso, el que te animara a rendirte sin condiciones.

Bajo estas condiciones, aun sin saberlo, todos caminamos con una soga en nuestro equipaje, en un extremo, la soga lleva un nudo de horca y por el otro un lazo de rizo, unos, dejan que sus compañeros y amigos se pierdan en la desesperanza, en la quejumbre, que no les permite mirar más allá de las líneas que dejan sus pies arrastrándose sin dirección clara, y no solo los dejan, les lanzan el extremo de la soga apropiado para ahorcarse, como quien busca un compañero o cómplice, para concretar su propio ahorcamiento, bajo las lógica de que muchos lo están haciendo, y permitirse el suicidio moral, sin arrepentimientos aparentes, por otro lado, otros lanzan el extremo de la soga que tiene el lazo, con la esperanza de rescatar el ánimo y la humanidad de quienes se sienten caídos, o se ven sin salidas, envían la soga, a conciencia de que va a ser desgarrador sostenerla y halarla para salvar la alegría de vivir, la actitud ganadora, entendiendo que asirlos es una salvación mutua, es un regalo que se vive día a día, un forcejeo donde cada sonrisa cuenta, y cada palabra de aliento apalanca la salida.

Al final del día, cada quien hace con su soga lo que mejor puede hacer, y yo he decidido que mi soga tenga dos lazos, sé que mis manos se tornarán carne viva, pero mi voluntad, crecerá con cada chispa de esperanza, y con cada sonrisa, con la que se pueda amarrar un destino mejor.