Hay una serie de fobias
que suenan irreales, pero para los que las padecen, son un verdadero martirio,
hay quienes tienen fobia a los renos, a la música navideña, a que se acabe el
año, a los atuendos rojos, a Nicolás y a San Nicolás.
Los traumas de la
niñez, las navidades tristes y las perdidas asociadas con esas fechas, el
escándalo de los vecinos hasta que el cuerpo aguante - por lo general el cuerpo
de ellos aguanta vario días seguidos - si no son enfrentadas a tiempo, pueden causar
una fobia que pudiese englobar varias fobias asociadas a la época, y que la
llamare “Nativifobia” la cual he tratado
de superar con preparación y tai chi, aunque confieso que este año me tomo por
sorpresa, porque nunca nadie está preparado para que le decreten la navidad, y
menos comenzando noviembre.
Este desbalance de los
polos, la incongruencia de las fechas, la poca alegría asociada al dinero de
unos aguinaldos que suenan a canción de protesta, ha revivido en mi esa fobia
que parecía se había controlado con el tiempo, jamás pensé, que decretar la
navidad en Venezuela, se conectara de tantas maneras con el origen vikingo de
la misma, y no hago alusión al “Viejo padre” - Origen de san Nicolás – si no a
la costumbre del Jarls o comandante en jefe para estos tiempos, de celebrar las
fiestas dándole a sus seguidores algo que saquear, ya sea un pueblo o una lista
de comercios, tomando como botín, pieles, metales o televisores, planchas y
lavadoras.
La “Nativifobia” se
apodero de mi durante un sueño o más bien una pesadilla, en mi sueño, me
encontraba en un lugar del centro de la ciudad, cuando un arbolito navideño
caminaba hacia mí, era espantoso, tenía un cartel donde claramente se leía que
costaba 30.000 Bsf, tras él, venían otros un poco más pequeños, que superaban
fácil, seis sueldos mínimos, movían sus brazos arrojando bambalinas de 200 Bsf,
quise esconderme en una zapatería, pero unos zapaticos de nene de 2000 Bsf
empezaron a bailar en el mostrador pidiéndome que los llevara, corrí y logre
ocultarme entre unos maniquíes, y tuve una visión espantosa, hallacas cual
zombis deambulaban por las calles, mal amarradas, mostraban su cara
escarificada producto de que su masa no era de la buena, claramente se veía que
no tenían pasas, que el guiso no estaba en ellas, estaba en otras partes, tras
ellas pasaros juguetes volando y no eran aviones, eran juegos educativos de
mesa, que superaban los 1500 Bsf, había colas hasta para comprar pan, en eso
los maniquíes empezaron a moverse, no eran tales, eran gente que despertaba
ante tanta injusticia.
Sobresaltado desperté, y
recordé una frase de William Butler
Yeats “En los sueños comienza la responsabilidad” y la
nuestra, es despertar de esta pesadilla navideña