domingo, 10 de noviembre de 2013

Pesadilla navideña



Hay una serie de fobias que suenan irreales, pero para los que las padecen, son un verdadero martirio, hay quienes tienen fobia a los renos, a la música navideña, a que se acabe el año, a los atuendos rojos, a Nicolás y a San Nicolás.
Los traumas de la niñez, las navidades tristes y las perdidas asociadas con esas fechas, el escándalo de los vecinos hasta que el cuerpo aguante - por lo general el cuerpo de ellos aguanta vario días seguidos -  si no son enfrentadas a tiempo, pueden causar una fobia que pudiese englobar varias fobias asociadas a la época, y que la llamare “Nativifobia”  la cual he tratado de superar con preparación y tai chi, aunque confieso que este año me tomo por sorpresa, porque nunca nadie está preparado para que le decreten la navidad, y menos comenzando noviembre.
Este desbalance de los polos, la incongruencia de las fechas, la poca alegría asociada al dinero de unos aguinaldos que suenan a canción de protesta, ha revivido en mi esa fobia que parecía se había controlado con el tiempo, jamás pensé, que decretar la navidad en Venezuela, se conectara de tantas maneras con el origen vikingo de la misma, y no hago alusión al “Viejo padre” - Origen de san Nicolás – si no a la costumbre del Jarls o comandante en jefe para estos tiempos, de celebrar las fiestas dándole a sus seguidores algo que saquear, ya sea un pueblo o una lista de comercios, tomando como botín, pieles, metales o televisores, planchas y lavadoras.
La “Nativifobia” se apodero de mi durante un sueño o más bien una pesadilla, en mi sueño, me encontraba en un lugar del centro de la ciudad, cuando un arbolito navideño caminaba hacia mí, era espantoso, tenía un cartel donde claramente se leía que costaba 30.000 Bsf, tras él, venían otros un poco más pequeños, que superaban fácil, seis sueldos mínimos, movían sus brazos arrojando bambalinas de 200 Bsf, quise esconderme en una zapatería, pero unos zapaticos de nene de 2000 Bsf empezaron a bailar en el mostrador pidiéndome que los llevara, corrí y logre ocultarme entre unos maniquíes, y tuve una visión espantosa, hallacas cual zombis deambulaban por las calles, mal amarradas, mostraban su cara escarificada producto de que su masa no era de la buena, claramente se veía que no tenían pasas, que el guiso no estaba en ellas, estaba en otras partes, tras ellas pasaros juguetes volando y no eran aviones, eran juegos educativos de mesa, que superaban los 1500 Bsf, había colas hasta para comprar pan, en eso los maniquíes empezaron a moverse, no eran tales, eran gente que despertaba ante tanta injusticia.
Sobresaltado desperté, y recordé  una frase de William Butler Yeats “En los sueños comienza la responsabilidad” y la nuestra, es despertar de esta pesadilla navideña

domingo, 6 de octubre de 2013

La llamada



No lo podía creer, cuando mi vecino me dijo que lo hizo, en principio pensé que era una broma, pero cuando me dijo que siempre había soñado con hacerlo, tomar el teléfono, llamar, escuchar esa voz al otro lado, ese contacto ajeno, que te escucha, te pregunta, cerrar los ojos y trasladarse a otra parte y fijar el pensamiento en ese objeto del deseo… No sé, le miraba los ojos y veía en él una emoción, una cara de satisfacción de adolecente, y en mi mente por un breve momento, sentí esa envidia sana que se tiene cuando se identifica una situación agradable que se ha vivido, sin embargo trate sin éxito, de encontrar en algún lugar de la caja de los recuerdos, esa sensación de felicidad después de una llamada.
Mi vecino es oficialista y aunque es buena gente - Supongo que lo será hasta que lo obliguen a señalarme como enemigo de la patria – ya hace algún tiempo que me había confesado su obsesión con la china de la esquina, una fantasía muy asiática, la cual canalizo con esa llamada que tanto lo excitó, llamo al 0-800 Sabotaje. Cual voyerista, mi vecino pasaba todas las mañanas por el comercio, buscando que su objeto del deseo le practicasen ese tipo asfixia, que la hiciera gemir, aunque sea económicamente, y la perturbara, sin ningún éxito en la piel, pero si en la psiquis.
Sonó mi timbre, era él, presuroso me comento que unos uniformados estaban a que la china y que si quería, fuéramos hasta allá, quizás sacarían productos de primera necesidad y los venderían a todos en cantidades abundantes, tuve que negarme, parecía un enajenado, le pedí que se calmara, pero fue en vano, y así, sudoroso pero sonriente, partió sin mi hacia su destino de placer, pasaron cuatro largas horas de ese sábado, cuando lo vi de regreso, con dos latas de atún en una bolsa, ya no teína en su rostro una sonrisa y su caminar semejaba a quien regresaba de cruzar una parte del desierto, salí a su encuentro más para consolarlo, que para saber lo ocurrido, me conto, que los uniformados cerraron el local, la gente se aglomero afuera y mientras unos hacían una exhaustiva revisión, otros discutían con la comerciante, luego de un tiempo la reunión se traslado al fondo del supermercado, donde mi vecino, a pesar del esfuerzo no podía ver ni oír nada, al final me dijo: Salieron como si nada, no había leche, papel, harina, jabón, nada y para no perder el viaje compre algo, el no me lo conto, pero sé que también le quería ver el rostro a la china.
Luego de unos días y pensando en aquel episodio, recordé “El procedimiento” porque se me hizo pasar en el aeropuerto internacional de Maiquetía, donde luego de llamarme por altavoz, se me condujo al área de equipaje a nivel de la pista, para revisar y oler pieza por pieza mi equipaje, así que pensé, esto también es un tipo se sabotaje y decidí llamar al número donde se puede acusar, alquile un teléfono en una esquina poco transitada, nadie me contestó, entonces llame a Maiquetía pregunte donde puedo hacer una denuncia, me pasaron con una mujer con acento francés y sin mediar, le dije que revisaran el proceso de revisión de maletas, ella me decía, esto es Air France, quien llama? Me sentí descubierto y corte la comunicación.
Nunca sentí la excitación de mi vecino al llamar, pero a los días, me embargo la satisfacción al saber del decomiso de 1.3 toneladas de cocaína en Paris, después de todo hay saboteo, y no lo hace la china de la esquina.

sábado, 24 de agosto de 2013

Los superpoderes





El agua salpicaba con cada piedra que le lanzaban Emilio y José, a la laguna improvisada que se formaba con las aguas de la quebrada la virgen, del barrio Santo Tomas, el hastió de unos días libres sin posibilidad de plan vacacional, lleva a Emilio, a hacerle una pregunta a José fuera de lo común. ¿No te gustaría tener superpoderes? No sé ¿Para qué? Dijo José, Emilo lo miro y dijo: Para salir volando de aquí como superman.
Tener superpoderes, ha sido la fantasía preferida de todo niño y el deseo oculto de muchos adultos, novelas, comics, películas y hasta las historias de la vida real, son sazonadas con personajes, que destacan por hacer lo que cualquier mortal, ni se atrevería, porque muchos de estos personajes míticos son inmortales, aunque de este lado de la pantalla, o de la novela, se pretenda seguir vivos sin resucitar.
Emilio preguntaba sin cesar a José, ¿No te gustaría ser invisible? ¿Tener un batimovil? ¿Mover los metales? ¿Usar la telepatía? ¿O vas a decir como mi mama, que los superhéroes no existen? ¿No crees que podamos ser superhéroes? Por un momento José guardo silencio tratando de encontrar respuestas ante tanta duda, pero luego con la seguridad de un oráculo, respondió: Claro que los superhéroes existen, y podemos serlos. ¡Solo tenemos que ser del gobierno! La cara de desconcierto de Emilio, era como la de Luke Skywaker cuando Dark Vader le dijo que era su padre.
José al ver la cara de Emilio, no le quedo de otra, que tratar de explicar, lo que parecía una locura o una broma de mal gusto, en sus palabras, José explicaba que para volar están los aviones de PDVSA, presidenciales y dólares para Conviasa y cubana de aviación. ¿Que mas invisible que un gobierno, que no se encuentra en los hospitales y las calles del barrio? ¿Para qué batimovil? Si hay camionetas, carros de lujo y hasta tanques rusos ¿Mover metales? ¿Qué más poder? Que mover el oro, las cabillas y el aluminio, si hasta se gobierna por telepatía.
No era que José no tuviese mucha razón, pero entonces, si el gobierno es un superhéroe, con tantos y tan distintos poderes, ¿Por qué está solicitando poderes especiales, para luchar contra la corrupción? Es como si acuaman pidiera poder respirar bajo el agua, para luchar contra los tiburones. En eso, el llamado de la mama de Emilio en forma de grito, suspendió la tertulia juvenil.
Ya en casa, la mama de Emilio lo escucha con atención, mientras lo abraza en la soledad de su humilde vivienda, y luego de contarle su conversación con José, le dijo: Mama, tienes razón los superhéroes no existen, a lo que la mama le respondió, no hijo la equivocada soy yo, si existen, y están vivos de verdad, son como nosotros, trabajamos, estudiamos, somos honestos, y no nos dejamos engañar, creemos en que puede haber un cambio para mejor, y no necesitamos poderes especiales, solo el poder de la verdad y el esfuerzo.
Un beso en la frente dio la despedida al dormir, no sin antes susurrarle al oído, mi niño bello, tú eres mi superhéroe.

domingo, 21 de julio de 2013

Cita a ciegas



Cuando la cura para el paciente es una cita a ciegas, la enfermedad está muy viva.
Tener una cita a ciegas, es casi el último recurso que se posee, cuando la capacidad para escoger, o esperar que algo bueno llegue a tu círculo, se reduce a lo mínimo, asistir a ella, no te hará mas perdedor que los demás, pero tampoco te hace más digno, quien va a este encuentro cual invidente con su penúltima carta, claramente está en desventaja, y por más que trate de disimular, su posición será la misma de quienes en algún momento, se rindan a ese encuentro lúdico, lleno de expectativas e intrigas. Saber que vendrá, que se encontrara y que hay detrás de esa puerta que están por abrir, son parte del juego en el que se han obligado a participar, por necesidad o resignación.
No era de día ni de noche según la oscuridad del cielo, pero Miguel estaba expectante, llego mucho antes de lo normal ¿Que encontrare? ¿Tendré alguna oportunidad? Se preguntaba Miguel, mientras los minutos se le escurrían en la espera. Por otro lado Mary no quería ir sola, no sabía cómo iba a ser, además con el apoyo de una amiga, siempre es más fácil, no vaya a ser que al llegar, nada sea de su agrado o mucho para manejar, y se precise matizar la situación con alguna frase, o un chiste muy de su amiga, de esos que terminan con  ¡Pero hay patria!
Miguel la vio llegar, ella se le acerco y le dijo: Al parecer vamos a compartir un rato largo aquí, yo soy Mary, el dijo Yo soy Miguel y tengo el numero 422, la sonrisa de Mary ilumino el incipiente amanecer ¿Tendrían una oportunidad? las preguntas no se hicieron esperar ¿habrá pollo? ¿Sacaran la carne? La cola multicentenaria, que desde la madrugada se hace todos los días en el supermercado Bicentenario, comenzó a moverse, jóvenes militares, que allí pierden su potencial para estudiar, preparase y aportar al país, empiezan la refriega con una multitud azarosa por entrar, los que conocen de logística y tácticas, las usan para cuidar que los de tercera edad, no sean atropellados y las damas no se tiren de los cabellos por la harina P.A.N. las técnicas en interrogación, se usan con poco éxito para detectar a alguno de los muchos que van todos los días a comprar un rebusque, hecho producto de primera necesidad revendido, comienza la rebatiña, nadie sabe a dónde ir primero, por el papel, la margarina, ¿Y si no hay? ¿Y si mientras se acaba el aceite?
Mary y Miguel avanzan mientras conversan, la cita a ciegas continúa, no saben que les espera, que es lo que hay, quizás las bolsas de los que salen les den una pista, entraran juntos y él en un gesto de caballerosidad, le dirá: Yo no voy a comprar atunes, si quieres te compro los seis que me tocan, ella le dirá: A mí no me hace falta aceite, el se reirá y dirá, eso se ve… En eso entran y la magia se pierde, es más importante cazar lo poco que quede de algo, la enfermedad ¡vive! ¡Está viva! ¡Son muchos los pacientes! La cita es con el cochino, la leche, el arroz.
 Mientras, dos septuagenarios con un par de bolsas -Del peso de su pensión-  salen de la cita a ciegas sin recordar cuál ha sido el mejor gobierno que han vivido, pero con la certeza de cuál es el peor.

lunes, 24 de junio de 2013

Ya no estoy loco


Las luces venían hacia mí, se turnaban sobre mis parpados semiabiertos, sobre un cielo blanco estático, quería moverme, aunque esto era una redundancia, porque esa intermitencia lumínica me decía dentro de mi propia perdida de equilibrio, que no estaba inmóvil, quizás ese pinchazo que sentí a mansalva en el cuello, tuvo algo que ver con esto, lo único que se, es que se me cierra el día o la noche, en estos pesados parpados que se niegan a mantenerme despierto.
Una voz como la que le decía a Juan Luis guerra, tranquilo Bobby, tranquilo, en su canción el Niágara en bicicleta, me decía , despierte, despierte es hora de levantarse. En menos de lo que imagine, estaba en una fila para tomar el desayuno, la gente a mi alrededor era muy amable, aunque esto no era suficiente para darme cuenta de que algo andaba mal, claro desde siempre fui muy observador y esto me sirvió para detectar una horrible situación, el que estaba delante de mí, el de atrás, las señoras que comían en la mesa amarilla, la joven con sonrisa perdida y hasta el que tenía las llaves, todos estaban locos.
Lo primero que me pulso el instinto, fue miedo, ganas de escapar, de gritar: ¡Aquí ha habido una equivocación! ¡Yo no debería estar aquí! ¡Alguien por favor que llame al encargado! ¡Necesito hablar con él! Pero tantos años en compañía de mi abuela y de Delia Fiallo, me enseñaron que no hay nada peor para un cuerdo como yo, que decir que no se está loco, y menos si te superan en número, recursos, y tienen la llave.
Debo confesar que todo en mi vida estaba muy bien, deje de comer arepas cuando por VTV me entere de que los acaparadores manejaban el producto, compre una sartén de cerámica y deje de usar aceite y margarina, al no mas saber que había una conspiración para no producir, jamás me preocupe por el dólar, como saben yo gano en bolívares , comprendí que la inseguridad, en gran parte era mi culpa, ya que mientras uno más posee, mas motivos da para que lo asalten, vendí mi carrito para así tener la inicial de un Venirauto, y aunque llevo más de dos años en la lista de espera, se que pronto va a llegar, acaban de abrir una página web que esta buenísima y hasta te envían un correo con un saludo bolivariano, los saboteos del sistema eléctrico hacen que las estrellas se vean de un nítido insuperable, otra razón más para dar gracias a la revolución, y cuando se me ocurrió comprar un metro y medio de manguera para solventar el mínimo y pasajero desabastecimiento de papel tualet, algo comenzó a romper mi lógica revolucionaria, escuche que el comandante supremo murió pobre, ¿Como puede ser esto? ¿Qué paso con sus trajes Armani y sus relojes suntuosos? ¿Su familia quedo tan empobrecida, al extremo de permitir que el, partiera paupérrimamente? ¿Quién maneja el Bentley? ¿Y quién se pondrá el abrigo y los nueve pantalones? A todas estas todavía en shock, escuche que a un alto funcionario en la Guaira lo apresaron con cuatro millones en efectivo y que el jefe del INDEPABIS de Sucre estaba en huyendo, con la camioneta del organismo y nadie lo ha visto, todo mientras Nicolás le dice a la exjefe del INDEPABIS que ella es culpable, porque robaban en sus narices ¿Acaso es la única que tiene nariz?
Todo se arremolinaba en mi mente, desbalanceando mi centro socialista, pero quien me quebró fue Elías, si el mismo Jagua, cuando me puso a elegir entre papel tualet y patria ¿Qué tiene que ver el trasero con las pestañas? ¿Tendrá él, la fórmula para limpiarse con la patria? En ese momento decidí limpiarme sin remordimiento, salí del baño fui al consejo comunal y les grite, ¡Nos están engañando! ¡Regalaron lo reales! ¡Los universitarios tienen razón! ¡Viva la libertad! En eso me agarraron y sentí algo en el cuello, trate de resistir, hasta que me desmaye.
Hoy ya estoy recuperado, camino por las calles con los ojos bien abiertos a la realidad, los miro en las colas para comprar, en las emergencias de los hospitales, con sus franelas rojas en un refugio, en los alrededores de las morgues y sé que muchos de ellos no lo saben, algunos si y lo disimulan muy bien, de lo único que estoy seguro cuando los veo, es que lo que soy yo, ya no estoy loco.