Muchos autores han escrito sobre las diferencias entre el pensamiento femenino y el masculino, de hecho los humoristas, han descrito el cerebro de una mujer como una red que conecta los recuerdos, experiencias, personas, deseos y conocimientos, a partir de una superestructura que une todo lo anterior con las emociones y su necesidad de ser escuchada. Por el contrario el cerebro del hombre es una especie de territorio dividido en parcelas, donde se guardan celosamente los temas por separado, y se trata a cada uno de ellos a la vez. Como dice el comediante Mark Gungor estas parcelas son cajas y la única regla es, no se deben mezclar las cajas. Los caballeros sufren cuando las damas a su alrededor comienzan a hablar y a pasar de un tema a otro, como si estuviesen haciendo zapping con el control remoto, ligando temas de su infancia, con aspiraciones validas y por su puesto sus problemas, y como diría John Gray la mujer (de Venus) no espera soluciones a sus problemas, solo quiere ser escuchada.
El solo escuchar a alguien en muchos casos no da solución a un problema, pero puede satisfacer la necesidad de expresarse, cuestión que preocupa a los caballeros, porque su capacidad de escuchar, no es una de sus fortalezas, y su instinto lo lleva a querer solucionar el asunto en cuestión, resultando una fémina molesta e incomprendida.
Por otro lado el hombre le gusta tratar cada asunto en particular a la vez, y cada tema está guardado en una caja, la cual saca cuidadosamente para hablar de un tema, cuidando al guardarla no tocar las otras. Pero volviendo a Gungor no hay nada que irrite más a una mujer que la caja de la nada, sitio donde el hombre se refugia en pro de su salud mental, pudiéndose observarle como una especie de zombi, que solo ve televisión o simplemente se recuesta en algún sitio a hacer nada y cuando esto no se le es permitido, se acumula un descontento, que fisura relaciones personales y laborales.
Estas diferencias hacen que gran parte de las personas de diferentes géneros, vivan quejándose unos del otro, Aunque reconozcan que son imprescindibles para los mismos.
Qué pasaría si encontráramos un tercer cerebro, que combinara las características menos apreciadas de los dos anteriores, Que se la pasara contando situaciones de su infancia ligadas a situaciones imaginarias, que no se puede despegar de sus emociones trasmitiendo rabia, resentimiento y odio, que a su vez puede cantar, sacar una caja con un tema ideológico y pegarse con él, no quiere escuchar a nadie pero a su vez queriendo resolver los problemas, a punta de emociones, sin poder concretar ya que viene otro tema y otra batalla.
Como podríamos reconciliarnos con este tercer cerebro, si aparte de no ser necesario, nos mantiene en un ambiente de si pero no, te odio pero te necesito, de amor y traición. Y para colmo cuando va a la caja de la nada, no es para darnos descanso, es para buscar algo que tiene allí guardado, algo para hacer sufrir, o simplemente para planear como engañarnos de nuevo.