Vivir en un país donde el estrés es una cotidianeidad. Más que un reto es una forma de vida, que por cierto, de vida no tiene nada, y si sumamos la muerte, como algo que se toma tan natural, aun a sabiendas que morir en un tiroteo, un asalto, o en un “Ajuste entre bandas” no es del todo “bella natura” los niveles de estrés crecen sin límites. En junio del 2009 Psiquiatras de México aseveraban en su página web -Psiquiatria.com- que” México es uno de los países con mayores niveles de estrés en el mundo debido a que en él se encuentran los principales factores que provocan esa enfermedad tales como pobreza y cambios constantes de situación”.
El venezolano tiene un post-grado, en cuanto a cambios de situación se refiere, desde hace ya una década, existe una pauta amenazante, confrontadora y radical hacia cualquier sector del país, que se edita desde las cúpulas mas podridas del régimen, cada semana, acentuándose en cada periodo vacacional o cuando la población se presta a descansar o disfrutar de alguna festividad. Y qué decir de una Asamblea Nacional que dicta leyes, las edita, las modifica y cambia, al mejor estilo de cómo vaya yendo vamos viendo o como nos vayan diciendo vamos haciendo. ¿Es posible no tener estrés cuando en vez de pensar en progreso? , se está pensando en cómo no perder lo poco que se tiene, ¿Sera que la falta de servicios, los huecos de tus calles, y la inflación que devora tu bolsillo no genera estrés? ¿O ya el nivel está muy alto gracias a la inseguridad, y el manejo ineficiente de los recursos públicos? Y para colmo de males esta degradación sistémica del país, ha llegado al extremo de que no se puede conducir por una ciudad, pequeña o grande, en un vehículo modesto, o de trabajo sin ser cazado por los nuevos depredadores, que buscan la coima, la mordida, el tumbe, el matraqueo o la plata pa’ los frescos.
Desplazarse en carro por esta jungla corporativa uniformada, es toda una odisea, y mientras más modesto usted sea, o se vea su cacharrito es peor, y lo digo porque a los de las carros nuevos y costosos, solo los atacan con grúas y cuando no está el dueño.
¿En donde se perdió la brújula?, para que funcionarios en moto aguarden al pasar un semáforo, viendo por su retrovisor, ligando que alguien se coma una luz, ¿qué hicimos mal? para que en una de estas nuevas franquicias llamadas alcabalas, se rebusque un documento, se pida autorización para conducir más allá del carnet de circulación o se limpie el vidrio de un parabrisas buscando con desesperación, una pequeña grieta que los provea de la escusa para la charla de las unidades tributarias que se deben pagar.
Al estrés, que producen estas franquicias, se le suman, las que se colocan para cometer secuestros, y las que con jovencitos vestidos de verde pero con un fal o Kalashnikov, te sorprenden en medio de la nada, mirándote con esa cara de médium que trata de adivinar, ¿si eres o no?. Después de todo, la revolución avanza al comunismo, cambiando solo los colores, aunque si me da un ataque de estrés, por estas nuevas franquicias, pasando por Lara, estoy seguro me llevaran en una ambulancia azul y cambiara al menos la percepción cromática.