sábado, 21 de agosto de 2010

Con suerte pero sin éxito

La suerte como creencia, está muy arraigada en muchas de las personas de nuestros pueblos, la lucha en las mentes por el posicionamiento de la suerte - Como un comodín que puede inclinar la balanza de la vida a nuestro favor ó en contra- comienza desde pequeños cuando apenas de niño, los deseos de suerte están en la boca de los familiares más cercanos y la mala suerte es el villano ideal y lo suficientemente etéreo, como para cargar con la responsabilidad de las culpas, que pudiesen exculpar situaciones no muy bien manejadas ó ser la excusa perfecta para no explicar la verdad del porque pasan las cosas. Pero esto no queda allí, la suerte se ha convertido una cotidianeidad que supera las expectativas del azar´, para infiltrarse en la vida de ser común como un accesorio que se viste de blanco o negro según la ocasión.

Cuántas veces hemos escuchado cosas como estas: Tuve mala suerte y caí en un hueco, pero tuve buena suerte que solo se doblo un rin, ó tuviste mucha suerte de que solo te golpearan, te robaran y no te mataran, Que suerte tiene ella consiguió trabajo y es fijo. Pobrecito el tiene buenas intenciones e ideas para gobernar al pueblo, pero ha tenido mala suerte y no se la han dado las cosas, Fuimos de vacaciones y nos fue muy bien tuvimos suerte de que el agua solo se iba un día de por medio y la luz se iba, pero donde viven los primos tienen una planta eléctrica de un bueno. El siempre ha tenido suerte se graduó y comenzó a trabajar rapidito, ¡que expropiaran la empresa donde trabaja!, fue mala suerte, eso pasa. Qué suerte tuve, conseguí un funcionario que me saco la solvencia, rápido y no me cobro nada.

Que de cosas con esa jugadora china tener la mala suerte de que le cayera una bala fría, aunque pensándolo bien fue una suerte que no la matara, fue mala suerte para el gobierno que fuera en vivo en un campeonato mundial, pero fue buena suerte porque de haber sido fatal, de seguro el culpable - El imperio - tras una conspiración con la oposición golpista, hubiese tenido la mala suerte de aportar un par de presos a la colección de trofeos del régimen.

La verdad es que mientras estemos asociando la realidades de la vida, con la suerte, mala ó buena, y no entendamos que tenemos derecho a vivir una vida plena, donde las cosas funcionen como deben ser, donde podamos disfrutar de un país, en que los dueños no sean los malandros, ladrones, secuestradores y asesinos, los servicios funcionen, la corrupción y la impunidad caminen a la extinción. Cuando logremos comprender que cuando un funcionario se siente inamovible para siempre, pierde todo el interés de ser útil y que la verdadera fuerza del pueblo es el voto, la capacidad de elegir y removerlos.