domingo, 13 de diciembre de 2015

Voto sádico

Se que han escuchado del voto consiente, de que es un derecho, un deber, del voto castigo, del inducido, del nulo, que es el único camino, el resultado de la lucha por la democracia, algunos hablan del voto emocional, unos piden votar inteligentemente, otros lo piden a la antigua, por amor, y aunque algunos persisten en la tesis de salvar el voto, afortunadamente una gran mayoría lo da, aunque corran el riesgo de ser engañados.
Sin embargo aunque hay que pedirlo, porque no se sabe cuando están por dártelo, es importante tener mucho cuidado con lo que se pide, porque es posible que te lo den, y tienes que estar preparado, y no ponerse necio si sucede lo contrario, como algunos especímenes dignos de estudio. Pedir tiene su arte, si pides por emoción, puedes terminar contando decepciones, si chantajeas para que te lo den, sumaras resentimiento, si engañas para pedir, escrutaras rebeldía y si pides con opresión, la libertad se colara en los votos.
Y es que cuando la situación se colorea de sorpresa, administrar el triunfo es imprescindible para no perder voluntades y no caer en el juego opresor-sufrido, o el de la culpa retrograda: Gracias a “Ellos” va a haber desabastecimiento, colas, inseguridad e inflación. Administrar la derrota es también fundamental para la supervivencia de las ideas, siempre y cuando ese sea el objetivo, ya que si el objetivo es que la misma gente se mantenga manejando los recursos y el poder, administrar solo significa contar cuanto queda, porque la derrota no tiene piso.
Cuanto se ha dicho del maltrato a la gente, de lo masoquista que tiene que ser un venezolano, para perder la tan llamada dignidad en una cola, aguantar vestirse de paciencia para ir a aplaudir a quien destruye el patrimonio de tus hijos, ver como quienes asesinan están libres, mientras los que piensan diferentes están presos, ese masoquismo de la barriga vacía, de sonrisa con desencanto, con sabor a lo que encuentre, y aunque no todos se convirtieron en victimas, muchos de ellos cada día se convertían en lo que veían, en la imagen del opresor, en lo que se aprende, en sádicos y como tal votaron, un voto sádico, que quieren a un verdugo, un “Bastard executioner” que les de la cucharada, pero con  palitos chinos afilados, corriendo el riesgo de ser mas de lo mismo, una involución mas, otro freno al futuro de la cordura, un traspiés en el camino a una nación de ciudadanos de prosperidad y esperanza.
Después de todo, parte del voto pudo ser sádico, pero cada quien decide si serlo o no.