viernes, 1 de enero de 2016

El dilema de Yefelson

Desde muy joven la vida lo puso a prueba, su padre quería que llevase el nombre de ese ilustre pensador y tercer presidente de los Estados Unidos de América, Thomas Jefferson, ya que creía firmemente en que definir las reglas de juego, dentro del espíritu de la libertad  igualdad de oportunidades, y solidaridad era fundamental para el desarrollo de las sociedades, sin embargo, a la hora de presentarlo la registradora oriunda de Guanta hizo de las suyas, imponiendo su oído marino y su fonética oriental, dando como resultado  que su padre lo siguiera llamara Jefferson, y sus maestros y compañeros, tal como leía en su partida de nacimiento, Yefelson, nombre que se fue prostituyendo, en la medida que fueron apareciendo en los estereotipos malándros, las Yubirisay, Yatzuris Yamilex, los Yonkerson, Yandibal, Yandel y otros.
Para alguien que estudiaba comunicación social, no era un secreto el sabor a “pueblo” que tenia su nombre, ya se lo habían dicho en sus pasantías por un canal dependiente del estado, allí aprendió lo que es trabajar sin trabajar, es decir, realizar un “Trabajo político” en vez de producir contenidos, y cobrar por ser un instrumento de la revolución, se graduó, llegando a ser un caza noticias positivas para el proyecto, cuestión que en la que convirtió en todo un experto, gracias a la asesoría solidaria de los cubanos, que le fue muy útil, todo esto combinado con su segundo “Trabajo” en un colectivo “productivo” donde le dieron su moto KLR 650. Todo iba muy bien, tenia poder, y era parte de algo que le gustaba hacer: Decir que todo esta bien, acusar al imperio y a todos los “escuálidos” de cualquier cosa, y de paso, como decía entre risas, me pagan por esto. Junto con el, se estima que hay alrededor de un millón de “trabajadores” que eran mantenidos y compensados con  algún tipo regalos, llámese electrodomésticos, dólares, carros, casas, incluso armas, y cualquier cosa que pudieran “rasguñar” con su capa de invisibilidad.
El detalle está en que estos esquemas tipo Ponzi, pero a nivel social, son pirámides que se colapsan al agotarse los recursos, o cuando se introduce una fuerza de mayor descomposición como el narcotráfico, lo cual hace variar las expectativas de ganancia en el tiempo, y crea jerarquías pagadas con sangre, oro o cárcel.
Desde hace mucho a Yefelson, se le hacia que un cambio venia, ya no hay muchos “regalos” y algunos vienen bajo la forma de amenaza, la plata no alcanza, no se encuentra nada, se acabo lo que se daba. Somos unos niños de pecho, comentó, esta gente roba de a mucho, y están metidos hasta los “tequeteques”. Y cuando se habla sobre el canal, todos incluso el, saben que si el gobierno no da, esto no aguanta: A nosotros no nos ve nadie, eso se sabe, solo somos una cuña mas en el espectro radioeléctrico, y para colmo, este juego de truco llamado gobierno, teniendo tanto perico, no gana ni una mano, y de paso, pierde por paliza las elecciones.
Yefelson sabe del dilema que se le avecina, por un lado, tratar de defender lo indefendible aun a sabiendas que esos tiempos no volverán, o por otro lado reencontrarse con la memoria de su padre y el porqué este creía en una mejor sociedad, difícil decisión,  tomar la opción del cáos y seguir ayudando a estos estafadores de almas y recursos, o como todo sobreviviente, dar un paso y adaptarse, después de todo, algo le quedo de lo que dijo Thomas Jefferson “Una sola cosa nos explica bien la historia, y es, en qué consisten los malos gobiernos”