miércoles, 13 de abril de 2011

Un funeral, un sepelio, y un entierro

Todas las muertes son tristes, lo irreparable de una perdida es algo que no se puede medir, sin embargo el manejo de la situación varía según el protagonista, la edad, la causa, si vivió feliz, su religión, si era un personaje público y sobretodo de la familia que lo sobrevive, la cual cuando no se pelea por el muerto, deviniendo en demanda y en el limbo jurídico, actúa según sus creencias y en consecuencia con el carácter familiar.

En mi familia todos somos respetuosos de dar las condolencias a los familiares del fallecido, pero mi padre y yo, no hacemos distinciones de si conocemos a la familia o si quien dio el paso al más allá, era solo un conocido por sus buenas acciones y comportamientos, en el fondo decir el ultimo adiós implica reconocer nuestra humanidad, y lo pasajero de nuestra visita a esta tierra.

Asistir a un funeral, es algo mas protocolar, más distante, serio y pomposo, es mas para cumplir ante la sociedad, que ante los familiares, y quienes sienten compromiso con estos, con una mirada a lo lejos cumplen con facilidad. Lo más común para nosotros son los sepelios, ya que involucra todo una serie de ritos laicos y religiosos que acompañan la despedida. Cuando murió mi abuela materna, mi bisabuela y la tatarabuela - Olympia - a pesar del dolor, hubo risas, chistes, anécdotas y la reunión familiar nos unía como en una despedida de año, en el caso de mi abuela paterna, se le brindaba licor a los borrachitos del pueblo - Para que cuidaran la muerta toda la noche - las viejitas se acercaban al féretro, y con ella, hablaban de lo que hacían cuando estaba viva, en hombros, con música y canticos los casi 5 kilómetros al cementerio, era una feria de rostros y expresiones de consuelo, allí celebrábamos lo vivido, y el legado que dejo en cada uno de sus hijos, no fue necesario - como en otros casos que conozco - pagar a dos mujeres que lloraran, las lagrimas y las sonrisas se daban con gusto.

Años después, en esa búsqueda de preservar la historia familiar, mi tío, quizo mostrar la tumba de Dominga Marval de Fermín mi bisabuela acaecida en 1935, con la sorpresa que, de su lapida solo quedo parte del monumento y un aviso que dice “Se vende” a lo que al preguntar por él, solo atinaron a decir, ya está vendido. Para nosotros lo importante es lo vivido, pero para algunos que mueren sin familia, cuando dan el paso final y nadie los reconoce, solo les depara un entierro, dado por quien se apiade, por el gobierno ó por sus victimarios. Las sociedades y los regímenes también pueden morir, el asunto está en quien morirá primero, la sociedad ó el régimen, y si asistiremos al funeral de una republica, el sepelio de los ideales de libertad ó al entierro de un país.